domingo, 24 de febrero de 2013

Zeus

 
Zeus 

     Zeus (Júpiter para los romanos), era  el más joven de los Cronidas (hijos de Cronos y Rea) y es considerado la máxima expresión de la mitología griega, ya que era el dios del Universo, el poderoso, representado como el amo y señor de los rayos y las tormentas, y el que regía el destino de  mortales e inmortales, además de haber cerrado el ciclo de las divinidades tenebrosas y las fuerzas desordenadas.
     Es la representación de la inteligencia divina y de él, dios del firmamento, emanan las figuras mitológicas que expresan  las mayores manifestaciones del sentimiento, de la mente y del espíritu humano frente a la naturaleza y a los fenómenos de la vida y de la muerte. Representa la victoria del orden sobre el desorden.
     Su primer reto y su primera victoria, fue el de salvarse de su propio padre, Cronos, que devoraba a sus hijos por miedo a que éstos lo destronaran. Rea vio en Zeus la salvación de su descendencia, así que al nacer éste, entregó a Cronos una piedra envuelta en pañales, que éste devoró sin notar el engaño. Así Zeus fue criado bajo el cuidado de las ninfas Adostrea e Ida, que se encargaron de su alimento, durante el cual los Curetes (jóvenes sacerdotes de Rea) causaban con sus címbalos, escudos y tambores un espantoso estruendo para que Cronos no escuchara el llanto de su hijo. Las abejas le preparaban la miel y Almatea, su cabra protectora, le daba leche y se convertía en ninfa si advertía que el niño estaba en peligro. Luego, siendo Zeus dios del Olimpo, la premió convirtiéndola en una constelación y dio a las ninfas que lo educaron uno de sus cuernos, dotado con el poder de concederles todo lo que deseaban, llamándolo por esto “El Cuerno de La Abundancia”.
     Sin embargo, Zeus tuvo aún que enfrentar  otro reto: tuvo que luchar contra su padre y vencerlo, para luego desterrarlo al Tártaro, y convertirse así en “el Dios del Olimpo”, para lo cual tuvo que acudir a sus hermanos, que ya habían sido devorados, con los que repartió luego sus dominios, tocándole a Poseidón el dominio de las aguas, a Hades el dominio de los infiernos y a el propio Zeus, el cielo y la tierra. Luego de esta guerra tuvo que enfrentarse a los Titanes, sus primos, los 25 hijos de el dios Titán, que envueltos en bolas de fuego, lucharon contra Zeus reclamando sus derechos sobre el trono y la supremacía del Universo. Su más temible enfrentamiento fue contra Tifón, un monstruo mitad hombre, mitad serpiente que lanzaba fuego con la boca y que sólo con su cabeza alcanzaba el cielo. Zeus lo venció con ayuda de Hércules restaurando así la paz en el Olimpo.
     Además de ser el dios Supremo,  el dios de las tormentas y el dios del cielo, Zeus era considerado también “el dios padre” visto así como un dios amoroso y preocupado por la humanidad. Era invocado por los humanos como  Zeus Ktesios si de pedir riqueza se trataba , Zeus Herkeios para pedir la protección de casas y ciudades y Zeus Xenios que era invocado por extranjeros y desterrados.
     Tomó por esposa a Hera, su hermana, considerada “la diosa del matrimonio”, por lo cual, el título de Zeus del dios de la paternidad, le ocasionó muchos problemas, ya que mientras Hera se identificaba con la fidelidad conyugal y la preservación del matrimonio, Zeus tenía la preocupación de engendrar, dentro o fuera del matrimonio, por lo que a menudo bajaba a la tierra y engendraba hijos con las mortales.
La lluvia dorada
    Dánae era hija de Acrisio, rey de Argos y de  Eurídice. Acrisio compartía el trono con su hermano Preto, por lo que existía gran rivalidad entre ellos. Dánae, vivió su niñez desligada de esta rivalidad, sin embargo, a medida que iba creciendo y mostrándose como una joven hermosa, su tío puso sus ojos en ella, llegando incluso a aparecérsele en pesadillas donde la perseguía incansablemente para intentar poseerla. Esto, sumado a la imposibilidad de Acrisio de engendrar un heredero varón, acrecentó la rivalidad entre ambos reyes. Acrisio, obsesionado con que su hija consibiera un niño hijo de su hermano que pudiera destronarlo, decidió consultar un oráculo. La predicción no pudo ser más inquietante. No sólo no podría tener jamás un heredero varón, sino que su nieto, hijo de Dánae, le daría muerte. Aturdido por el miedo y la ira, encerró a Dánae dentro de cuatro sólidos muros, para que ésta no pudiese tener ningún tipo de contacto carnal con su tío.
     Pero Acrisio no contó con otro pretendiente de mayor peligro que se había enamorado de su hija: Zeus, el dios supremo del Olimpo. Poderoso cual era, Zeus podía haber destruído los muros para poseer a Dánae, pero el reto sería menor y además corría el riesgo de que Hera se enterara de la infidelidad. Así que una noche estrellada en la que Dánae dormía desnuda en su lecho, Zeus se transformó en una hermosa lluvia dorada que entró por la rendija de la ventana de la prisión de la muchacha. Gota a gota fue recorriendo el cuerpo de Dánae y la hizo suya en medio del susto y el desconcierto de la princesa. Así fue engendrado Perseo. Zeus prometió a Dánae su libertad, pero antes de que pudiese actuar, Acrisio se enteró del embarazo de su hija y pensando que habría sido su hermano y recordando las palabras del oráculo, colocó a la desdichada muchacha y a Perseo en un arcón y lo arrojó al mar.
     Poseidón intervino y  suaves olas condujeron el arcón hacia la isla de Séfiros, donde serían rescatados por un pescador llamado Dictis quien los acogió en su casa. Perseo creció sin saber su origen y muchos años después, durante unos juegos Olímpicos, lanzó un disco que accidentalmente golpeó la cabeza del rey, su abuelo, quitándole la vida.



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